Bienvenid@s a nuestro blog

Te invitamos a que nos acompañes en nuestro viaje a Japón 2012. Esperamos disfrutar igual o más que en 2009 .
Y aquí te lo contamos...

domingo, 26 de agosto de 2012

Día 18: Goodbye Japón

.... Y ESTO ES TODO, AMIGOS!!!!


Lástima que terminó el festival de hoy...
Pronto volveremos con...

¡¡¡¡MÁS DIVERSIONES!!!!

No os las perdáis.

¡¡¡Hasta siempre, amigos!!!

sábado, 25 de agosto de 2012

Días 15, 16 y 17: Kyoto

Nos levantamos en Matsue, en nuestro útimo Toyoko-inn, unas tostadas, un café y rápidos para la estación a coger el Limited Expres dirección a la estación de Okayama (que ya nos la conocemos de memoria) y aquí un cambio de tren al que será nuestro último Shinkansen del viaje, dirección a Kyoto.
A eso de las 14:00 hora local desembarcamos en Kyoto. Durante muchos días de nuestro viaje hemos sido casi los únicos occidentales en los lugares visitados, pero a partir de ahora las cosas han cambiado: aquí la afluencia de guiris desorientados se hace notar, al igual que palabras oídas en nuestro idioma.
Llegamos sin problema a nuestro hotel, a dejar las cosas en la habitación y al lío, a patear la ciudad.

La primera visita es al Museo Nacional Manga de Kyoto, una antigua escuela reformada en museo, ¿museo?, si lo que esperas es encontrar un museo al estilo de exposición de objetos curiosos que ver, entonces te llevarás un gran chasco, más bien es una gran gran gran biblioteca llena de mangas y solo mangas desde su comienzo y lo mejor es ver a niños, jóvenes, mayores sentados en escaleras, tumbados en tatamis o en el suelo en silencio y paz, deborando los libros como si fueran ricos trozos de sashimi; realmente alucinante. También había una exposición de la evolución del manga y el cómic en el mundo, y  una pequeña colección de cómics y mangas del resto del mundo (lo cierto que la representación española era muy pobre para el buen producto que tenemos), y también talleres de creación te historias. Una buena visita.




Los inodoros japoneses, toda
una lección: inolvidables


Volvemos al sol y calor de la calle a intentar llegar al jardín del palacio imperial por una calle que un lugareño nos ha dicho que es curiosa y llena de tienditas. Durante el agradable paseo, cercanos ya al jardín, el que os relata hoy estos hechos sufre la terrible llamada de la madre naturaleza y se hace necesario una parada técnica en una boulangerie, donde una limpia y tecnológica tacita de water me espera. Después, una milagrosa coca cola que lo cura casi milagrosamente. Debido a este pequeño lance no fue posible la visita a los jardines imperiales: cierran al anochecer.

Más tarde, tras una rica ducha, nos fuimos en busca de algún lugar donde cenar por la conocida calle de Pontocho, llena de restaurantes con sus farolillos. En el elegido cenamos una buena ensalada césar con una ternera en salsa de misho y un pulpo crudo macerado en washabi con una rica y fresquita cervecita.

Fin del día 15

Monjes a la carrera en Toji

Después del merecido descanso nocturno y un rico desayuno en la boulangerie de detrás del hotel, nos ponemos en marcha a un mercadillo que hacen los días 21 de cada mes con motivo de alguna celebración en el templo de Toji, cercano a la estación de tren de Kyoto (probabilidad de lluvias de un 40%). En el mercadillo venden de todo, algunas cosas merecen la pena y todo lo malo es que no tenemos ni un yen. Está animadillo, con las gentes haciendo sus compras y los monjes desfilado para algún rezo; todos en una extraña armonía en sus quehaceres, hasta que brummmm brummmmm, una rápida mirada al cielo, si ya lo decían, un 40% de posibilidades de lluvia, y otra vez brummmmm brummmm y unas pocas y tímidas gotas, el panorama cambia, la gente empieza refugiarse, los de los puestos, corre que te corre a recogerlos y los monjes desaparecidos. Antes que la cosa vaya a más, decidimos ir en busca del bus e irnos a la estación, donde cambiar dinero y comprar el billete de tren para el último día, pero tan solo unos metros de la parada del bus a la oficina de correos, que es el único sitio en que es seguro donde te cambian dinero,son suficientes para dejarnos calados hasta los huesos.

Los mercadillos siempre atraen a muchos visitantes

En 2009 nos había quedado un gran templo por visitar al lado de la estación, y allí dirigimos nuestros pasos después de una frugal comida en un restaurante de comida rápida cercano. El tempolo estaba en resauración, pero de todas formas impresiona sus dimensiones. Nos recordó a una de las grandes mezquitas visitadas (Damasco, Estambul...).
Gran templo cercano a la estación de Kyoto

En alguna zona del parque nos esperaban nuestros amigos
Después decidimos ir a visitar otra zona inexplorada en 2009: la parte suroeste de Kyoto. Alli un río recorre un parque donde la gente practica footing y nos dimos un largo pero estupendo paseo que nos llevó a un antiguo puente en una isla, donde llegamos al anochecer.


De vuelta al centro, tras pasar por el hotel,cercano a la zona de Pontocho, localizamos un restaurante que pensábamos tenía parrillas para prepararte a tu gusto la carne o pescado y, una vez dentro, nos dimos cuenta de que no. En todo caso, la cena volvió a ser igualmente rica sentados en el tatami.

Kyoto à la nuit
Fin del día 16

22 de agosto de 2012: último día en Kyoto y último día del viaje. De Kyoto nos quedaron por ver muchas cosas en 2009 y este año nos seguirán quedando. Pero había un templo con unas inmensas puertas al que llegamos cuando ya estaba cerrado que nos apetecía visitar. Ni idea de dónde estaba, ni idea de su nombre, ni idea de como localizarlo. Así que decidimos que era probable estuviera en la zona noreste de la ciudad y hasta allí que nos fuimos en autobús. No dimos con el susodicho templo, pero visitamos otro par de ellos que realmente merecen la pena y no recordamos haber visitado tres años atrás.

El templo de Ginkaku-ji (el pabellón de plata)
El camino de la filosofía volvió a guiar nuestro camino y, tras recorrerlo entero, nos dirigimos en un agradable (soleado y sudoroso) paseo hacia el Centrode Artesanos de Kyoto. Era el último día y había que hacer compras para regalar algunos detalles a familiares y amigos.

El camino de la filosofía


La torre de la estación de Kyoto

Fin del día 17

lunes, 20 de agosto de 2012

Días 13 y 14: Por la costa del Mar de Japón


Calle de Matsue













Los dos últimos días hemos estado disfrutando de un tiempo menos húmedo. Y eso debe ser porque los veranos en la costa del Mar de Japón tienen un calor más seco que en la costa del Pacífico.

Vinimos a Matsue desde Hakata vía Okayama y vía Okayama vamos en estos momentos a nuestro último destino: Kyoto.

El Japan Rail nos caduca hoy, después de 14 días de uso intensivo. No hemos contabilizado las horas de tren que hemos hecho ni los kilómetros recorridos, pero muchos son.

En Matsue hemos tenido dos atardeceres de lujo al borde del lago Shinji-ko. Las fotos lo dicen todo.

Atardecer en el lago (Matsue)

Atardecer en el lago (Matsue)

Y desde Matsue fuimos ayer a visitar Izumo-Taisha, el santuario sintoísta más antiguo de Japón y el segundo en importancia tras el de Ise (que ya visitamos el otro día). Lástima que el templo principal estuviera en reformas, pero el resto de templos, el jardín circundante, la frondosa montaña que lo rodea y los rituales de los visitantes, con un par de bodas incluidas, nos dieron el contrapunto perfecto.



Entrada al santuario de Izumo

Completamos la visita religiosa con una excursión a un parque nacional que bordea la rocosa costa y contiene un bonito y enorme faro: Hinomisaki. También, cómo no, el pueblito tiene un templo, en este caso ya es budista, y lo visitamos.
El grosor de las cuerdas sagradas del templo

¿Di a entender antes que el tiempo por estos andurriales es más benigno? Pues lo retiro. ¡Qué calor pasamos en el camino de ida y vuelta al faro! Eso sí, las vistas espléndidas, pero llegamos sudando a chorros al bus que nos llevaría de vuelta a la estación de tren de Izumo.

En cuanto a la cosa gastronómica, hemos tenido variedad. Como es de esperar en un sitio cercano al mar, abundan los restaurantes con pescado y anoche Juanjo pidió sashisimi en un restaurante local, que era una de las pocas palabras que nos entendieron.
La bandera japones ondea en el templo de Izumo

A nuestra llegada a Matsue entramos a comer a un restaurante de la estación y disfrutamos de una ración para dos de verduras y carne cocinada al estilo "okonomyshaki", es decir, tú te lo guisas, tú te lo comes: los comensales se sientan alrededor de una mesa cuyo espacio central tiene incrustada una plancha sobre la que se van cocinando al gusto de cada cual las viandas. Nos supo a gloria.
Papelitos con ofrendas y deseos en Izumo

El remate fue ese primer día en Matsue por la noche, ya que no estuvimos muy inspirados a la hora de entrar en alguno de los innumerables restaurantes del lugar. Después de dar un buen paseo y de un infructuoso intento en un restaurante tipo lounge en el que ni papa de inglés, decidimos entrar en el restaurante español cercano al hotel.

Sí, lo que leéis, fue como una especie de reto. En 2009 no habíamos visto tantos restaurantes y bares españoles. Pero en este viaje ya llevamos unos cuantos y varios de ellos, como por arte magia, al lado del hotel. Así que esa noche había que aceptar el reto.


Faro de Honomisaki

Boda en Izumo



















Lo tenían montado en tonos rojos, vendían copas de "sangría" que a los comensales, a decir por cómo se la bebían, parecía encantarles (a simple vista nos parecía más bien un tinto de verano) y en la carta (en japonés) se ofrecían raciones, todas al precio de 350¥: platito de gambas, pulpo, almejas al "ajillo" (imposible reproducir la locución del camarero cuando nos lo explicaba), ensalada de aguacate con salsa rosa, ensalada de queso... y no podía faltar la tortilla de patata. Bueno, le ponían buena intención y, la verdad, la clientela parecía disfrutar pidiendo sucesivas raciones y el camarero gritanto a la cocina la comanda (¿os suena?). Qué más pedir. Pero con lo que más alucinamos, y sentimos no ofrecer soporte gráfico, fue con la ración de "choriso" y aceitunas que pusieron en la mesa de al lado: las rodajas de chorizo fueron engullidas en un santiamén, ¡¡pero con palillos!!

domingo, 19 de agosto de 2012

Día 12: La experiencia de Nagasaki

PARTE I

Contar la primera parte de este post no es fácil. Describir nuestra visita al Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki...

Dntro del museo de la bomba
Sólo ya con escribir esta frase se paralizan los dedos sobre la pantalla del móvil a la espera de alguna instrucción precisa. No es que tenga dudas sobre lo que vi ni sobre lo que sentí durante esas dos horas de visita al museo y el paseo posterior por el Parque del Epicentro de la Bomba Atómica, es que sencillamente no me salen las palabras y no sé si voy a expresarme bien: horror por los hechos, dolor por las personas, pavor por la cercanía de lo no tan pasado, miedo real porque, a pesar de lo ocurrido, no hemos cambiado. Y ver que los tratados y manifiestos firmados, las convenciones acordadas desde entonces quedan en papel mojado.


Ver para conocer, saber para no olvidar.
Ofrendas a las víctimas de la bomba

El museo, sin caer en lo morboso, y aunque es evidente que se muestran fotografías, objetos y testimonios que no pueden dejar de herir, es sumamente didáctico, explicando lo que ocurrió el 9 de agosto de 1945 a las 11:02 am y aportando datos y declaraciones de políticos e intelectuales que ayudan a contextualizar y conocer el antes, el durante y el después, y a cuestionarnos hacia dónde vamos. Todo ello, además, sin hacerlo desde la posición de víctima, sino también dando a conocer las decisiones, las intervenciones y la actitud imperialista que Japón había adoptado en los años previos a su entrada en la guerra y durante ella.

PARTE II

Pero cambiemos de tercio, que Nagasaki no acaba aquí.

El centro de la ciudad se encuentra a varias paradas de tranvía, jejeje, tranvía, sí. ¿Cuántos tranvías pasan por la calle aledaña al parque que acabamos de visitar? Tres. ¿Cuántos nos llevan al centro? Dos. ¿Y en cuál de ellos nos montamos?
Esos malditos tranvías

La respuesta es evidente para los que seguís nuestras andanzas. Por supuesto que subimos al único tranvía que nos llevaba al ounto contrario al que queríamos llegar. ¿Qué nos pasa con los tranvías? Es algo que desconocemos y tendremos que hacérnoslo mirar.

Ale, a bajarnos en el más allá, a cruzar a la parada de enfrente y subir al tranvía de vuelta hasta algún lugar que ubicamos en el mapa y donde subimos a otro tranvía (y ya van tres) para llegar a la zona centro.

PARTE III

Pero hubo un cuarto y último tranvía...

Por la tarde visitamos algo de la Bahía de Nagasaki, donde en algún tiempo tubo que estar el tan buscado astillero Misubishi en el fatídico 9 de agosto del 45. Pero eso fue hace mucho tiempo, ahora es un agradable lugar donde hay restaurantes y la llegada del ferry.
 
Un viejo barco de vapor

La estación de ferries
Pero, a lo que vamos, son las casi las 17h y los tranvías que llegan  van a tope y tenemos una hora límite a la que llegar a la estación de Nagasaki. Llega nuestro turno, nos subimos a uno, nosotros y otros 5 más, un tranvia a reventar. Ahora sé lo que sienten las sardinas en lata y lo peor, ¿a que no sabéis quién me ha tocado al lado? una abuelita. Todos apretados y aquello que se mueve y la abuelita que mira hacia arriba desafiante, "uy creo que la he liado solo por la mirada". Para que os hagáis una composición, imaginaos a Torrebruno al lado del Pau Gasol, pues a esa escala la abuelita y yo. Y llegamos a la estación de Nagasaki en el tranvía, que casi no podemos ni respirar. Solo falta el salazón para ser como anchoas en lata. Se abren las puertas y noto una fuerza como si un miura desbocado atacara sobre mí, pero no es un toro, sino la abuelita y en eso Ana dice: "¿pero qué haces?" Y yo: "pero si no soy yo, es la abuelita, creo que se quiere sentar ". Y seguimos camino a pagar nuestro trayecto en la salida del tranvía. Y como se había creado un pequeño hueco entre nosotros y la abuelita, oigo un resoplido al fondo y sí, como si fuera un miura de trescientos kilos resoplando y yo ahí, al final del tranvía sin escapatoria, a lo que Ana volvióa decir: "¿pero qué haces?" y yo le dije "si es la abuelita esta, que parece un miura", claro despué de haber sufrido su embiste por segunda vez. Una vez fuera y creyéndonos a salvo , no lo fue porque esa abuelita vestida de negro estaba a,hí siguiéndonos por la escalera del puente a si antes de que sufrieramos otra cornada de ese miura japonés decidimos salir con pies por polvorosa y subir en el primer tren con direcion a Hakata.


Restos de la catedral de Urakami, que quedaron en pie tras la bomba

Día 11: Asahi

Hoy solo tenemos un hecho relevante para contaros: nos hemos colado en una fábrica de cerveza, jejejeje. Cerca de Nagoya se encuentra una de las factorías de la marca Asahi, una de las tres más importantes de Japón (junto con la Kirin y la Sapporo) y allí que nos hemos colado.

Nos hemos plantado en la puerta de la fábrica y le hemos dicho al de seguridad ¿se puede visitar? y el hombre, después de unas llamadas, nos ha colado en una visita con gente del país, con lo cual las explicaciones eran solo en japonés.

Te enseñan todo el proceso de producción de cerveza, desde las llegadas de materias primas, los fermentados, el embotellado... todo y todo en perfecto japonés con niños correteando, padres conteniéndolos, la azafata dándoles la charla. Todo el tour se hace desde un pasillo elevado y acristalado para que no haya contacto entre currantes y espectadores, y totalmente prohibido hacer fotos.


Como siempre lo mejor se dejó para el final. En el bar de la fábrica dos camareras a los mandos de los grifos de cerveza y nosotros directos a por la rica cervezaaaaa. Dos ricas pintas de sus productos estrella calleron dentro de nuestro cuerpecito para darle alegría al resto del camino hacia Hataka, que no sería corto.

viernes, 17 de agosto de 2012

Día 10: Takayama: chubascos intermitentes

Nos vamos a Takayama, un pueblecito en la entrada de los Alpes japoneses. Un trayecto de algo más de dos horas en tren Límited Expres de la JR, vamos entre montañas y valles, en cualquier momento aparece la Heidi con Niebla y el abuelo.. Como hemos salido temprano (y sin desayunar), al llegar a Takayama decidimos parar a tomar un café, pero en el camino nos encontramos un alegre mercadillo callejero en el que los lugareños venden los productos de su huerta a los turistas locales de la gran ciudad.

Mas adelante localizamos una cafetería. Es un local pequeñito, regentado por una simpática abuelita (antes de pedir, la miramos atentamente por si lleva espada samurai (véanse las abuelitas del 2009), buff, es normal), pedimos unos ricos cafés vieneses, mientras en la tele ponen unos dibujos animados algo frikis.


Seguimos camino a otro mercadillo matutino, éste otro junto al río y de los más variopinto: muñecas de tela, sombreros, cosas de comer que puedes ir probando y allí compramos lo que serán nuestras dos nuevas mascotas del viaje: el Demonio de Takayama y su fiel acompañante Takayam-ana.
El demonio de takayama y su fielTakayam-ana


La siguiente parada es el templo cercano al museo local de carrozas (las que sacan en las fiestas al estilo de los pasos de las procesiones pero con ruedas) y justo aquí un aguacero intermitente. 10 minutos de agua, lo justo para tener que refugiarmos junto a la fuente para purificarse. Si ya lo decían los del tiempo japonés: chubascos y aguaceros intermitentes.




Con nuestro plano en  mano ponemos pie hacia nuestro próximo objetivo: una antigua casa de un comerciante de sake. Nos encantan el minimalismo de las estancias y las líneas rectas de su estructura.



Continuamos con nuestro paseo entre viejas casas, siempre que los aguaceros intermitentes nos lo permiten, pero hemos encontrado la solución: cuando las primeras gotas comienzan a caer, Ana saca su paraguas y la lluvia para como por arte de magia.
También visitamos una antigua casa samurai o ninja pero la verdad no merecía la pena.
Un poco más lejos tienen montado un pueblo con las casas típicas rurales del país, pero con el tiempo que hace y como parece que el paraguas de Ana pierde sus poderes, decidimos no ir y en su lugar visitar algún templo más. Y, cuando ya nos creíamos salvados, de camino al la estación del tren, llega el diluvio. Aquí ni paraguas ni na de na.
Más tarde, limpios y secos, una rica cena en Nagoya.

Día 9: Sintoísmo por un tubo y los Beattles de fondo


El santuario sintoísta más importante de Japón es Ise-jingu. Está ubicado en la región de Ise- Shima, en la península de Kii, situada al noreste de Osaka y sureste de Nagoya.
Toda esta región acoge un conjunto de enclaves de gran importancia desde el punto de vista religioso, tanto sintoístas como budistas, y es aquí donde queríamos haber comenzado nuestro periplo 2012 trqs salir de Osaka. Pero la falta de alojamiento y la dificultad de acceder a estos enclaves sin disponer de vehículo propio nos llevó a modificar el plan. Elegir Nagoya como ciudad-dormitorio desde la cual montarnos la visita pendiente esta zona fue todo un acierto. Ya que, una vez desechada la posibilidad de recorrer los múltiples lugares de interés de la península, al menos podríamos visitar este santuario tan venerado por los japoneses.
Y así fue, porque, tras el correspondiente madrugón, en un par de horas llegábamos a la zona de Ishe.
Antes de adentrarnos en la zona de los templos, decidimos seguir una estación más allá y visitar en Futami las Meoto-iwa, dos rocas que están en el mar unidas por cuerdas sagradas: simbolizan la unión del matrimonio y cada 5 de enero, con el cambio de las cuerdas, se renueva la unión. Muy místico.
Meoto-iwa

De vuelta a Ishe, visitamos en primer lugar Geku, el santuario menor, y después de comer Naiku, el santuario interior y más importante, porque es donde se aloja la diosa del sol, Amaterasu-Omikami, considerada la divinidad ancestral de la familia imperial y guardiana de la nación japonesa, y porque cobija uno de los tres objetos ceremoniales imoeriales: el espejo sagrado.
Comprando ofrendas

Los dos entornos están llenos de santuarios que se localizan dentro de bosques frondosos con cedros centenarios y, si bien el acceso a los principales templos no está permitido, la visita sigue siendo muy interesante.
Un Tori

Interesante por conocer la sobria y austera arquitectura religiosa pre-budista, pero también por ver a los múltiples visitantes nipones, ancianos y niños, parejas, grupos de amigos y familias. Se respira respeto por lo ancestral y por lo que se considera originario.
Fuentes de purificación

Ya en el ámbito profano, que además de cuidar al espíritu hay que alimentar al cuerpo, queremos mencionar un acogedor establecimiento que localizamos en una calle aledaña a la que une la estación de tren con la entrada a Geku. Aquí, con música de los Beattles, unas simpáticas chicas nos ofrecieron una fría Sapporo y una ligera comida preparada con toques especiales (un udon para Juanjo y una exquisita ensalada de arroz con verduras y pollo marinado en salsa de miso). El sitio en cuestión nos llamó la atención por el trato agradable, por ser chiquitito pero acogedor (no puedo pasar este post sin mencionar que el mínimo baño incluía entre sus detalles apósitos para la higiene femenina), por la música, etc., etc. Os dejamos aquí la dirección de su blog y contacto:
Sunny Place
Al salir de Naiku decidimos bajar un tramo del camino andando, en lugar de tomar el autobús y paseamos por una concurrida, colorida y animada calle plagada chiringuitos, con casas tradicionales muy bien conservadas: Kawasaki Kaiwai. Allí donde los visitantes reposan tras la visita a los dioses. Lástima no poder quedarnos un ratito más. El tren de vuelta a Nagoya no iba a esperarnos.
Ya en Nagoya, duchita y cena en otro de los agradables restaurantes cercanos al hotel. Para qué andar más. Un sushi y otra rica tempura. Y la Asahi, que no falte.
Tejadillos

Rio sagrado, a lavarse

Licencia artistica jajajaja
puestecillos a la salida del templo

jueves, 16 de agosto de 2012

Día 8: Last day in Tokyo

Shinjuku
Habíamos decidido pasar la mañana en Tokyo recorriendo una zona nueva, que esta ciudad da para mucho. Así que dejamos las maletas preparadas en el hall del hotel y nos pusimos de nuevo en marcha.
Gracias a la final de baloncesto de las Olimpiadas nos habíamos acostado a las dos de la mañana, pero había merecido la pena, casi ganamos a los number one.
Así que sin dormir mucho nos dispusimos para dar un paseo por el barrio de Kanawaja. La guía lo mencionaba como una zona especial en el centro de Tokyo, de casitas bajas, tienditas de las normales, restaurantes de diferentes nacionalidades y un ambiente de barrio del de toda la vida.
Y así fue. No nos defraudó. El contraste, después de pasarnos por Shinjuku en una visita esporádica oara cambiar dinero, fue superior.
Jimbocho



Calle del Barrio de Kagurazaka

Este barrio se recorre en un par de horas o en un día entero, depende de lo que uno quiera perderse por las callejuelas, entrar en las tiendas, relajarse en los parques o tomando una cerveza. Una semirrecta calle lo recorre de punta uno a otro extremo (de la estación de metro Kagurazaka a Lidabashi), pero a ambos lados salen tortuosas callejuelas de casitas individuales o de 2 plantas, pegadas al máximo para aprovechar el espacio. Si no fuera porque algunas de ellas son de estilo moderno, parecería que estamos en un pueblito. Hasta nos tomakos un peko-yaki, un pastelito con la forma de la mascota de la pastelería: Peko-chan y relleno de judías rojas.
Enfin, mañana bien empleada.



Ah!, que se olvidaba, antes de ir a este barrio, y ya que quedaba cerca, decidimos volver a Jimbocho, el barrio de las librerías en el que un domingo de agosto de hace tres años hicimos unas compras estupendas.
Y volvimos a comprar, jejeje.
Regreso al hotel para recoger las maletas, despedirmos de Tokyo y coger un tren para Nagoya, nuestro siguiente destino, uno de cuyos 6 Toyoko-inn habíamos reservado.
El viaje en tren fue ameno, con la única incidencia de que estuvimos a punto de subir a un tren bala del tipo Nozomi y éste no entra en nuestro Japan Rail. Así que tuvimos que esperar un ratito al tren bala del tipo Hikari, que sí es de los nuestros, y llegamos algo más tarde de lo previsto.
Rápidamente descubrimos el ambientazo de esta ciudad. De camino al hotel, cerca de la Japan Rail Station, fuimos fichando un montón de posibles restaurantes, todos muy concurridos, que desprendían olores atrayentes. No en vano, según la Lonely, esta ciudad se encuentra entre las 10 primeras economías mundiales. Y la cena estuvo a la altura: a destacar la tempura crujiente, con formas de cristalitos rotos pegados a la gamba, la berenjena, el espárrago, incluso una salchicha venía en la ración de mixed tempura, y sin gota de aceite. Ummm, lo escribo y recuerdo cómo se rompía y cómo crujía en la boca esta tempura. ¡¡¡Realmente buena!!!

Día 7: Goooo Yokohama

 

Despiertan las calabazas, que es una nueva mañana en Roppongi, el barrio de la fiesta gaijin (giri en japonés) en Tokyo. Aunque este no es nuestro destino: hoy ponemos rumbo a Yokohama, una ciudad portuaria cercana a Tokyo.
Tomamos el tren, bueno no, antes de eso, y como nuestros estómagos estaban vacíos, localizamos un lugar con un excelente café y unas pastitas en el centro comercial encima de la estación JR.
Una vez alimentados, ahora sí, tomamos el tren y en menos de 45 minutos nos encotramos en allí: Yokohama, ciudad conocida por su equipo de béisbol y fútbol, o por lo menos eso parece.
No sabemos si es porque es domingo, pero la ciudad parece estar animada en tono más festivo. A diferencia de España, aquí las tiendas abren los 7 días de la semana.
Exposición de Nissan en Yokohama

Nos ponemos dirección al puerto, el cual ha sufrido una reurbanización y se ha convertido en un lugar de ocio y oficinas, con modernos edificios y estructuras arquitectónicas, entre las que se ecuentra la Torre Landmark, un edificio de 70 pisos, el más alto de Japón y con uno de los ascensores más rápidos del mundo (45 km/h). Por supuesto subimos en él y fuimos al observatorio en la planta 69, desde donde dicen que se puede ver el Fuji, pero ni por estas, aunque las vistas merecieron la pena.

Vista de la zona reurbanizada de Yokohama
Cerca de unos antiguos almacenes encontramos unos chiringuitos en los que se celebraba algún tipo de feria hispano americana, puestos de Brasil, de Perú, de México y, como no, de España, con una paella y una fideua negra. Estaba curioso.

Más tarde paseamos por un parque junto al puerto con la gente disfrutando de una tarde relajada de domingo, llegamos al final del muelle, donde reposa el Hikawa Maru un transatlántico del 1930 qe unía Yokohama con Seattle y más tarde, en la 2ª Guerra Mundial, sirvió de barco hospital.
Yokohama desde la Torre Landmark

Yokohama desde la Torre Landmark

De camino al tren pasamos junto al estadio de béisbol de los Yokohama DeNa Baystarts y, como su equipo juega fuera, tienen montado un "beer garden" con una pantalla gigante y un buen ambiente. Dan ganas de quedarse y más viendo esa rica y fría cervezaaaaa.
Beer Garden en Yokohama
Llegamos a Tokyo y como ya es de noche paseamos por un tranquilo barrio desde el cual se ve la torre de Tokyo. Es parecida a la Torre Eiffel, pero a lo tokiota. Terminamos el día en el Sunkun otra versión más de los Seven eleven, comprando unas cervecitas frías y algo de comer para relajarnos en el hotel y disfrutar con el partidazo de basquet España-USA, una pena no haber machacado a esos jodíos americanos.
Mañana serán nuestras últimas horas en Tokyo.

Yokohama desde el paseo marítimo
Yokohama desde la Torre Landmark